Jesús
viene en un vagón, al Norte.
Dicen
que trae las ropas sucias
de la
catástrofe de Angrois
que
sus pies se quemaron
por
rescatar a los heridos
y que
a la cabeza, con los vecinos,
marcha
como un voluntario más.
Dios
gallego, solidario y comprometido,
en
medio de la desgracia
te
eriges amigo.
Jesús
viene en una patera, al Sur.
Aseguran
que lloró enternecido
cuando
aquel pecho español amamantó
para acallar el hambre de una niña subsahariana,
que
no pudo reprimir su emoción
viendo
a esa madre, madre
de
una extraña.
Dios
emigrante, sin patria ni hogar
de la
seca arena
haces
brotar pan.
Jesús
viene en una silla de ruedas, al Este.
Cuentan
que todos los días, al caer la tarde
juega
a las cartas y enseña canciones
en el
geriátrico;
que
acompaña y mima a esos niños grandes
que
ya no recuerdan siquiera su nombre.
Y los
limpia, y los alimenta, y los sienta
orgulloso
a su mesa.
Dios
anciano y enfermo,
paciencia,
cariño.
En el
hijo el beso.
Jesús
viene en un furgón, al Oeste.
Relatan
que visita a presos, disuade a terroristas
y
proclama la paz.
Que a
los desheredados de este mundo
brinda
su casa, y acoge bajo su techo
al
más paupérrimo de los mendigos.
Dios
padre de todos los hombres,
dedo
que escribe
en el
corazón, sus nombres.
Jesús
que vienes, una Navidad más.
En el
hermano, en el enemigo, en un lejano país
donde
se combate la injusticia.
Jesús
parado ante el alféizar de mi ventana,
llena
los huecos de mi vida
y
vayamos juntos a contemplar
con
esperanza,
la estrella de un nuevo día.
Antonia
Cerrato Martín-Romo